AÑO 1890 Nuevo velocípedo náutico-terrestre, representado en el momento de salir a la mar. Experimento verificado en Marsella, (De una
fotografía del autor.)
VELOCÍPEDO NAUTICO-TERRESTRE
Este aparato, ensayado en Marsella,
funcionaba con igual facilidad por tierra que por mar;
pertenecía al modelo triciclo, se movía por medio pedales, llevaba un freno, se gobernaba con una palanca
transversal, giraba fácilmente sobre sí mismo y pasaba sin
transición de tierra firme al agua y viceversa. Las ruedas
son casquetes esféricos y reciben el movimiento por
medio de una cadena. Los primeros ensayos del aparato dieron una velocidad de 3.900 metros por hora, empleando 6 aletas de 5 centímetros de ancho en cada rueda trasera. El esfuerzo muscular necesario para comunicarle aquella velocidad es casi igual al que necesita un triciclo en un camino llano. Para demostrar la perfecta estabilidad del aparato,
un corpulento nadador simuló un hombre que en
peligro de ahogarse se agarra en todos sentidos y en
las más extrañas posturas a todas las partes del velonáutico; el aparato resistió perfectamente y el velocipedista no pudo ser desmontado, Y aun cuando se
logre derribar el aparato, éste puede servir de balsa
y llevar dos hombres además del que lo guía.
El velo-náutico, sin embargo, no ha pasado del
período de ensayo, y su inventor M. Romanes, mecánico de marina, y su constructor M. Rousseau,
jefe de una importante fábrica de velocípedos de
Marsella, se preparan a perfeccionar su aparato, con
compartimientos estancos, disminución del peso de
las ruedas, de manera que pueda obtenerse fácilmente
en el agua una velocidad de 7 kilómetros por hora.
De las pruebas verificadas resulta que la ligereza
del aparato, su fácil manejo, la débil resistencia experimentada en plena inmersión y sobre todo la facilidad con que permite pasar de una carretera a un
lago, a un estanque, al mar y viceversa, hacen del
velo-náutico un invento útil, un aparato de gran aplicación, no sólo como recreo, sino como medio
de salvamento.
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