Este salón está cubierto por una cúpula parabólica que ilumina todo el espacio a través de pequeños orificios y de un gran óculo central.
A partir de una original e inteligente solución, el salón central se convierte en el eje vertebrador alrededor del cual se configura todo el espacio del edificio, y a la vez es un espacio de relaciones verticales –musicales y visuales- con los otros pisos superiores. Así, cuando se celebraban conciertos, las visitas se situaban en el salón central, con el teclado del órgano; un piso más arriba estaba la orquesta; en el piso siguiente se situaban los conjuntos corales, y más arriba aún, se encontraban los tubos sonoros del órgano. De esta forma, la música salía de todas partes, una concepción muy wagneriana.
En el Palau Güell también se celebraban oficios religiosos. La capilla-armario, situada en el salón central, es un recinto pequeño cerrado por dos grandes puertas que, al abrirse, dejaban a la vista el altar.
De este salón, también destacan cuatro pinturas al óleo de Aleix Clapés.
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