Los sucesos de mayo y junio en Francia se encuadran dentro de una ola de protestas protagonizadas, principalmente, por sectores politizados de la juventud, cuya ideología recorrió el mundo durante 1968. Estos sucesos se extendieron por la República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Checoslovaquia e Italia, lo cual ampliaba la escala del antiguo refrán del siglo xix afirmando que cuando París estornuda, toda Europa se resfría.
"Fin de la universidad".
La novedad de 1968, con respecto a otras luchas anteriores, proviene de los puntos de intersección y del cruce de compromisos: de Vietnam a Japón, pasando por Alemania, se encuentran lazos y puentes construidos entre los pueblos insurrectos, los estudiantes disidentes y los trabajadores sublevados. Globalidad y transmisión operan de forma circular: el acontecimiento es global, porque sus protagonistas viajan, transmiten, se apropian y revelan el desafío más allá de la patria. El internacionalismo apareció como un principio activo, un motor político decisivo. Ese saber se impregnó con descubrimientos, con la circulación de informaciones y transmisiones. Los estudiantes estaban más al tanto que los obreros de sus vecinos europeos, e incluso miraban más allá, hacía ese vasto mundo, donde encontraban compromisos similares. Esto se explica debido a razones prácticas: originarios de medios sociales relativamente privilegiados, gozaban frecuentemente de los medios financieros para viajar; sus estudios los llevaban a tomar en cuenta otras culturas, practicar otras lenguas, a recibir en sus propias bancas a pares originarios de cualquier parte del mundo. Fue así como se puso en marcha la circulación de prácticas, ideas y solidaridades.
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